"CAPOTE"

de Bennett Miller

En noviembre de 1959, Truman Capote (Philip Seymour Hoffman) autor de Desayuno en Tiffany’s y figura favorita de lo que pronto se conocería como el Jet Set, lee un artículo en el New York Times. Éste habla del asesinato de cuatro miembros de una muy conocida familia de granjeros, los Clutter, en Holcomb, Kansas. Casi todos los días aparecen historias similares en los diarios, pero hay algo en ésta que atrae la atención de Capote. Presenta una oportunidad, piensa él, para probar su teoría de que en manos del escritor adecuado, la no ficción puede ser tan irresistible como la ficción. ¿Qué impacto han tenido los asesinatos en ese pequeño pueblo de llanuras y ventorrales? Con esto como su tema, para su propósito y sin importarle si se llegan a esclarecer los asesinatos, convence a la revista The New Yorker para que le den una asignación y se marcha rumbo a Kansas. Acompañándolo va su amiga de la infancia en Alabama, Harper Lee (Catherine Keener), quien en unos meses recibirá el Premio Pulitzer y logrará fama mundial como autora del libro Matar a un ruiseñor.

Aunque su voz un tanto infantil, sus poses amaneradas y su ropa nada convencional despiertan hostilidad inicial en una parte del país que piensa de sí misma como el Viejo Oeste, Capote rápidamente se gana la confianza de los habitantes, más notablemente la de Alvin Dewey (Chris Cooper), el agente del Buró de Investigaciones de Kansas que está conduciendo la búsqueda de los asesinos. Atrapados en Las Vegas, los asesinos: Perry Smith (Clifton Collins Jr.) y Dick Hickock (Mark Pellegrino), son devueltos a Kansas, donde se llevará a cabo su juicio, serán condenados y sentenciados a muerte. Capote los visita en la prisión y conforme empieza a conocerlos, se da cuenta de que lo que creyó que sería un artículo para la revista ha crecido al tamaño de un libro, un libro que podría clasificarse como entre los más grandes de la literatura moderna. Su tema es ahora más profundo de lo que ningún escritor norteamericano haya soñado. Es nada menos que la colisión de dos países; el país seguro y protegido que conocieron los Clutter, y el país sin raíces ni moral habitado por sus asesinos. Oculto detrás de la frecuentemente frívola fachada de Capote hay un escritor con grandes ambiciones. Pero incluso él duda si puede escribir el libro, el gran libro, que cree que el destino le ha puesto en las manos. “En ocasiones, cuando pienso en lo bueno que podría ser”, le escribe a un amigo, “casi no puedo siquiera respirar”.




HISTORIA DE UN BIÓGRAFO
de Gerald Clarke

“Truman, me pidieron que escriba tu biografía. ¿Cooperarás conmigo?”

Al otro lado del teléfono hubo una breve pausa y una respuesta todavía más breve: “Seguro”. Y así comencé.

Pensé que sería relativamente fácil escribir este libro. Después de todo, había escrito muchos perfiles de gente famosa y talentosa para la revista Time, una lista que eventualmente incluía a todos desde Mae West hasta Susan Sontag, de Elizabeth Taylor a Joseph Campbell. También había hecho una serie sobre escritores para The Atlantic y Esquire. Gore Vidal. Allen Ginsberg, el poeta Beat, Vladmir Nabokov, el creador de Lolita. P. G. Wodehouse, el genio cómico detrás de Jeeves. Y, por último, Truman Capote, quien era entonces el escritor más celebrado de los Estados Unidos, autor de A sangre fría, el fenómeno publicitario de los años 1960, un libro que influenció desde entonces la escritura de no ficción. Fue ese último artículo el que detonó la llamada de un publicista, al igual que mi llamada al propio Truman.

Pensé que mi libro se llevaría dos años, tres cuando mucho, y que escribirlo sería divertido, entrevistas en elegantes restaurantes y galones de buen vino en la mejor mesa de la casa. Cuando Truman Capote atravesó la puerta, los capitanes de meseros hicieron todo por complacer sus deseos. “Podríamos decir que Truman Capote se ha vuelto omnipotente”, dijo un diario y durante una década o más, casi lo fue.

Tuve razón sobre las entrevistas en elegantes restaurantes y los galones de Beaujolais, pero me equivoqué en todo lo demás. Si él hubiera sabido el tiempo que le llevaría A sangre fría y lo que requeriría de él, no se hubiera detenido en Kansas, dijo Truman más tarde. Habría seguido conduciendo su auto “como un murciélago saliendo del infierno”. Yo a veces también digo lo mismo. Lo que no anticipé fue el drama que rodeaba cada minuto de la vida de Truman, dramas en los cuales yo muchas veces participé. Como resultado, mi libro se llevó más de trece años. ¡¿Divertido?! Escribirlo fue lo más difícil que he hecho en mi vida, pero también fue lo más estimulante.

En busca de información recorrí los Estados Unidos y viajé varias veces a Europa. Uno de mis destinos fue, por supuesto, Kansas, el escenario de A sangre fría. Conocí a todos menos dos de los personajes principales de Capote, la película. Harper Lee, quien ayudó a Truman con su investigación y estaba a punto de tener su propio libro enormemente exitoso, Matar a un ruiseñor. Alvin Dewey, el detective jefe del Buró de Investigaciones de Kansas y su esposa, Marie. William Shawn, el editor de The New Yorker. Y Jack Dunphy, compañero de mucho tiempo de Truman.

Los dos que no entrevisté eran los asesinos, Perry Smith y Dick Hickock. Fueron ejecutados en 1965, pero llegué a conocerlos íntimamente, creo, a través de las más de cuarenta cartas que le escribieron a Truman. La mayoría de sus cartas tienen varias páginas y son crueles ventanas a la vida de quien está a punto de morir. Truman me las dio y Dan Futterman, que escribió el guión para Capote, es al único que he dejado verlas. Su diálogo en la película refleja, casi palabra por palabra, lo que Perry y Dick realmente dijeron.

El libreto de la película es todo de Dan, y por cierto muy bueno, pero me dio gusto contestar sus preguntas, grandes y pequeñas. ¿Truman habría dicho esto? ¿Habría hecho aquello? Bennett Miller, el director de la cinta, y Philip Seymour Hoffman, que representa el papel de Truman, vinieron a mi casa en Long Island a hacer más preguntas. “¿Truman traía los anteojos puestos todo el tiempo?” fue una de las preguntas que hizo Philip. (La respuesta: como todas las personas con mala vista, Truman a veces se quitaba los anteojos cuando estaba sentado.) Para que pudiera reproducir la voz rara e infantil de Truman (Truman no ceceaba, como lo han establecido equivocadamente algunos escritores ), le di las cintas de audio de algunas de mis entrevistas con él. Philip hizo el resto y por medio de la alquimia que muy pocos actores talentosos poseen, ha hecho más que personificar a Truman. Lo resucitó durante todo el tiempo que dura la película.

La última semana de junio de 1984 (muere en agosto), almorcé con Truman todos los días en Long Island y ahí tuvimos largas conversaciones en mi casa o la suya.

“Ahí tienes al único Truman Capote”, dijo en cierto momento. “No ha habido nadie como yo antes y nunca habrá alguien como yo cuando me haya ido”. Es cierto, ¿quién podía rebatirlo? Sin embargo, durante un par de horas, Philip se acera demasiado.

 



Acerca de “A sangre fría”

Con A sangre fría, Capote intentó crear algo completamente nuevo, lo que él llamaba “Novela de no ficción”. Su objetivo era usar las metas de la ficción, la selección artística y la mente del novelista para contar con detalles la escritura de la no ficción. Quería probar que su narrativa de hechos podría absorber tanto la atención como la novela de suspenso más imaginativa. Su éxito es evidente desde la primera página, donde con sólo unas cuantas palabras, transporta al lector a las llanuras del este de Kansas. “La tierra es plana y la vista es asombrosamente extensa: caballos, manadas de ganado, un manojo de elevadores de grano que se levantan tan graciosamente como templos Griegos y se pueden percibir mucho antes de que el viajero se acerque a ellos”. Para la tercera página, cuando cuatro disparos rompen el silencio de la pradera, el lector ya está totalmente enganchado. “El escritor más perfecto de mi generación”, llamó Norman Mailer a Capote y A sangre fría comprobó que Mailer no había exagerado.

También es difícil exagerar la influencia que tuvo A sangre fría en otros escritores. Hasta su publicación en 1966 escritores “reales” (con otras palabras, escritores con talento) sintieron que debían seguir los pasos de Fitzgerald, Hemingway y Faulkner, y escribir ficción. La no ficción era para historiadores, reporteros y sensacionalistas. Capote abrió un nuevo camino. En las décadas siguientes, muchos de los escritores de los Estados Unidos encontraron sus temas, cómo lo había hecho él, en el resuelto mundo de sucesos reales. La influencia de Capote se extiende incluso hasta el siglo XXI, y escritores que nunca han leído A sangre fría escriben como lo hacen gracias a la manera en que él escribió.

La película CAPOTE le invita a imaginar una época en que los escritores lograban la clase de fama y notoriedad que actualmente se asocia con personalidades de la cultura popular. La gente leía más en esos días de lo que leen ahora y los libros eran muy importantes. Lo que es más, Truman fue un auto promotor innato que pavimentó el camino para el culto de celebridades que es omnipresente hoy en día. Su fama rebasó todas las categorías, desde la cultura alta a la baja, desde la seriedad literaria a la frivolidad de la alta sociedad. Su nombre era una constante en diarios, revistas y programas de televisión. Cuando caminaba por Manhattan, choferes de camiones lo saludaban afectuosamente y decían: “Hey, Truman, ¿cómo estás?, y las operadoras de larga distancia reconocían su voz en el instante en que levantaba el teléfono.

En 1967, justo un año después de que se publicó su libro, el director Richard Brooks hizo la versión en película. Evitando el refinamiento de Hollywood, Brooks filmó en blanco y negro, y contrató sólo desconocidos para el reparto (Robert Blake y Scott Wilson) para representar a Perry Smith y Dick Hickock. No obstante, contrató atinadamente al conocido actor de televisión John Forsythe (quien más tarde estuvo en Los ángeles de Charlie y Dinastía) como Alvin Dewey. La filmación se llevó a cabo en la casa de los Clutter y otras locaciones reales. Brooks filmó a siete de los integrantes del jurado original, el verdugo real, y el caballo de Nancy Clutter, Babe. Truman llegó durante la filmación, atrayendo impresionantemente la atención y la cobertura de la prensa, hasta que Brooks, viéndolo como una distracción, le pidió que se marchara. Truman se sometió, pero no sin antes posar con Blake y Wilson para la portada de la revista Life.

La película se estrenó más tarde ese año y fue un gran éxito comercial y para la crítica. Fue nominada para cuatro Academy Awards: Mejor Director y Mejor Adaptación de Libreto (Brooks), Mejor Cinematografía (Conrad L. Hall) y Mejor Música (Quincy Jones).

A sangre fría se filmó de nuevo como película para televisión de Hallmark en 1996, dirigida por Jonathan Kaplan (“Los acusados”) y protagonizada por Sam Neill como Dewey, y Eric Roberts y Anthony Edwards como Smith y Hickock. Esta vez la filmación se realizó en Canadá.

A sangre fría dio a Capote una fama enorme, dinero y respeto. Pero también marcó otro punto clave en su vida. “En la vida de algunas personas”, escribió Gerald Clarke, “hay momentos en que, vistos más adelante, se pueden percibir como líneas que definen el principio de un surgimiento o una declinación dramática… La causa más cercana de su trágica caída, por ser lo que es, sin duda fue A sangre fría”.


Sobre Truman Capote

Novelista, escritor de historias cortas, guionista, dramaturgo, creador de la “novela de no ficción”, fascinante anecdotista, sutil, superestrella, genio y miembro del jet set, todo con gran deleite, Truman Capote una de las personalidades más asombrosas de su época.

Nació en Nueva Orleáns con el nombre de Truman Streckfus Persons el 30 de septiembre de 1924. Su padre fue Arch Persons, un estafador barato, y su madre fue Lillie Mae Faulk Persons, una hermosa joven de Monroeville, Alabama. Cuando la decepción de Lillie Mae por Arch creció, desarrolló gusto por otros hombres y el matrimonio se deshizo. En 1930, poco antes de su sexto cumpleaños, sus padres enviaron a Truman a Monroeville, para vivir con sus primos mayores, los Faulk: tres hermanas solteronas, Jennie, Callie y Sook, y el hermano también soltero de éstas, Bud. Entre los primos Faulk, Truman creó el vínculo más profundo con Sook, quien se convirtió en una especie de sustituto de su madre. También encontró amistad con la chica de al lado, Harper Lee, un año menor que él. Ella más tarde retrataría al joven Truman como el personaje Dill en su novela Matar a un ruiseñor: “Llegó a ser conocido como un Merlín de bolsillo, cuya cabeza estaba rebosante de ideas excéntricas, extraños anhelos y pintorescas suposiciones”.

Su madre se mudó a la ciudad de Nueva York en 1931. Cambiando su primer nombre por Nina, se divorció de Arch, se casó con Joseph Capote, un cubano que trabajaba en una textilera en Wall Street, y se trajo a Truman a Manhattan. Ahí asistió a la Escuela Trinity, un colegio privado en la parte Oeste y en 1935 fue adoptado formalmente por su padrastro. Truman Persons era ahora Truman Capote. En 1939 los Capote se mudaron a Greenwich, Connecticut, un elegante suburbio de Nueva York, y Truman asistió a la Secundaria Greenwich. Los Capote regresaron a Nueva York en 1942, a vivir en un apartamento en Park Avenue. Truman, que no había podido graduarse con su grupo en la Secundaria Greenwich, finalmente en 1943 consiguió su diploma de la Escuela Franklin, un colegio también privado en la parte Oeste. Éste sería el final de su educación académica.

Mientras asistía a Franklin, tomó un empleo en el departamento de arte, encargado de sacar fotocopias en The New Yorker. Una “maravillosa aparición, agitada, revoloteando de arriba a abajo por los corredores de la revista”, fue como lo describió Brendan Gill, uno de los directivos de la revista. En una época cuando la homosexualidad era repudiada en los Estados Unidos, Truman era imperturbable y esplendorosamente maricón (homosexual).

Truman había escrito historias desde temprana edad y esperaba que The New Yorker se las publicara. Pero todos sus esfuerzos fueron rechazados. Encontró mayor aceptación en dos revistas para mujeres: Mademoiselle y Harper’s Bazaar, las cuales en esos días publicaban los mejores artículos de ficción del país. Su primera historia en Mademoiselle fue “Miriam”, la cual no sólo le hizo ganar un Premio O. Henry, sino que atrajo la atención de los círculos literarios de Gotham. Pronto siguieron otras historias y en 1945 Random House le dio un contrato por su primera novela, que tituló Otras voces, otros ámbitos. Al no poder escribir en casa (su madre abusaba del alcohol), Truman recibió una beca para Yaddo, un retiro para artistas, escritores y compositores en la parte sur de Nueva York.

Ahí empezó su duradera relación con Newton Arvin, profesor de literatura de la Universidad Smith en Massachusetts. Veinticuatro años mayor que Truman, Arvin era escritor agradable, erudito impresionante y crítico de impecable juicio. Su biografía escrita por Herman Melville obtuvo el primer Premio Nacional del Libro a la no ficción. Tanto amante como figura paterna, Arvin, dijo Truman después, fue también su Yale y su Harvard.

Aunque sólo logro ventas modestas, Otras voces, otros ámbitos, que fue publicada en 1948, cementó la reputación de Truman como uno de los escritores más prometedores de la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial. Nunca explícita, es de hecho la historia del despertar de un chico adolescente a su homosexualidad. No fue sino hasta mucho más adelante que Capote reconoció que era su autobiografía espiritual, pero no basada en hechos. Gerald Clarke escribió que el excéntrico primo del personaje principal “se convirtió en el vocero de los temas que dominan toda la escritura de Truman: la soledad que lo empaña todo pero es estúpida e insensible; la santidad del amor, en cualquiera de sus formas; la decepción que invariablemente sigue a las altas expectativas; y la perversión de la inocencia”.

En el otoño de 1948, después de un verano en Europa, Truman conoce a Jack Dunphy, un escritor que se convirtió en su compañero de toda la vida. En 1950 se establecieron en Taormina, Sicilia, en una casa que alguna vez había habitado D.H. Lawrence, y Truman empezó a trabajar en su segunda novela, El arpa de hierba.

Si Otras voces, otros ámbitos era la visión de Capote del lado oscuro de su infancia, El arpa de hierba (1951) fue, en palabras de Clarke: “un intento por levantar los espíritus agridulces del recuerdo y la nostalgia”. En esta historia de un niño solitario que encuentra refugio en la casa de un árbol con otros cuatro espíritus desplazados, Truman evoca la memoria de su infancia en Alabama y a su querida prima mayor, Sook Faulk. El siguiente año Truman adaptó El arpa de hierba para Broadway, pero, habiendo estado en escena sólo un mes, no fue un éxito comercial. (En 1977 se filmó la versión para cine, protagonizada por Walter Matthau y Sissy Spacek.)

Después de escribir un poco para el guión de Indiscretion of an American Wife de Vittorio de Sica (1952), Truman colaboró con el director John Huston en la rara comedia de misterio Beat the Devil (1953). Filmada en Ravello, Italia, y estelarizada por Jennifer Jones, Humphrey Bogart y Gina Lollobrigida, es tan peculiar y ligera de ver, como fue hacerla. (Sin embargo, Capote consideró que su mejor guión para cine fue Los inocentes, una adaptación de The Turn of the Screw de Henry James que se estrenó en 1961 protagonizada por Deborah Kerr.) Después de Beat the Devil, Jack y Truman fueron a Portofino, Italia, donde Truman adaptó su historia corta, “House of Flowers”, en un musical de Broadway. Aunque la partitura es una de las mejores de Harold Arlen, la obra tuvo sólo un éxito modesto.

Truman regresó a Europa, pero en enero de 1954 se vio obligado a volver a Nueva York cuando su madre tomó una botella entera de pastillas para dormir. Murió antes de que él llegara.

El interés de Capote en las posibilidades del periodismo lo llevó a escribir Se oyen las musas, la historia de la visita de Porgy and Bess a la Unión Soviética, y “The Duke in His Domain”, un perfil largo y revelador de Marlon Brando. Después de leerlo, el actor profesó su deseo de matarlo.

El siguiente libro de Truman, Desayuno en Tiffany’s (1958), creó a Holly Golightly, una heroína luminiscente e inolvidable, una aparición de espíritu libre en el Manhattan del tiempo de la guerra. La única ansiedad de Holly es lo que ella llama los “rojos malvados”. Su solución: “Lo que he encontrado que hace el mayor bien es subirse a un taxi e ir a Tiffany’s”, dice. “Me calma en el instante, la tranquilidad y el orgullo de mirar todo eso: nada malo puede suceder ahí…” La película se convirtió en un clásico dirigida por Blake Edwards, protagonizada por Audrey Hepburn, la canción “Moon River” de Henry Mancini y una historia de amor vinculada. Truman, aunque era admirador de Hepburn, pensó que no había sido bien elegida y la película le decepcionó; sentía que Marilyn Monroe habría sido una mejor elección. Ninguno de los grupos de admiradores de la cinta estuvieron de acuerdo con él.

En noviembre de 1959, Capote lee sobre los asesinatos de la familia Clutter en el New York Times. Así empieza A sangre fría (1966) un proyecto que le llevaría seis años de su vida. Ésos son los años que el escritor Dan Futterman y el director Bennett Miller exploran en la película, Capote.



Después de los largos e intensos años que le tomó escribir A sangre fría, Capote se dio una fiesta y el 28 de noviembre de 1966 lanzó una de las fiestas más espectaculares y ruidosas de Nueva York: el Baile Blanco y Negro en el Hotel Plaza. Dado en honor de la publicista del Washington Post, Katherine Graham, quien entonces era la mujer más poderosa del país, la celebración de gala comenzó a las diez de la noche y continuó hasta el desayuno la mañana siguiente. Se invitó a quinientas personas de los estratos más estelares, con el código de vestir más preciso: los hombres con corbata y máscara negra; las mujeres con vestido negro o blanco, máscara blanca y abanico. El evento estuvo en la primera plana de todos los noticieros del país. “Algo extraordinario está en camino”, dijo después Truman, “pero hasta donde a mí me concierne fue sólo una fiesta privada y no le importa a nadie”.

Durante la escritura de A sangre fría, Capote empezó a beber sin medida y a tomar medicamentos. Parecía perder el enfoque y dirigir sus energías hacia la vida de alto nivel más que al arte de alto nivel. Anunció el título de su siguiente novela, Plegarias atendidas, y dijo que ésta tendría un alcance igual al de Proust. Pero cuando se publicó el primer capítulo en Esquire en 1975, hizo surgir un contragolpe de ira de algunos de sus acaudalados amigos, quienes estaban furiosos de verse a sí mismos como personajes mediocremente disfrazados. Se sintieron traicionados y muchos, incluyendo la esposa de Bill Paley, el presidente de CBS, Babe Paley, la mujer que él más amaba, se negó a perdonarlo o siquiera a verlo. Lo apodaron “el pequeño terror”, era un desecho de la sociedad y la manera en que este público lo evitaba ayudó a su espiral descendente entre drogas y alcohol.

Incluso su relación con Jack Dunphy también se deterioró y Truman buscó el afecto de varios hombres no extraordinarios. Todas estas relaciones terminaron mal. A pesar de todo esto y el alcohol, las drogas y la depresión, pudo seguir escribiendo y lo hacía en verdad muy bien. Su último libro, una colección titulada Music for Chameleons (1980), contiene prosa que cualquier escritor envidiaría.

Truman Capote murió en Los Ángeles el 25 de agosto de 1984, casi un mes antes de su cumpleaños número sesenta.

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CAPOTE

Conversación entre el
director Bennett Miller y el guionista Dan Futterman

Bennett: Me da gusto que pidieras hacer esto, son reminiscencias y hay cosas que de algún modo nunca se hablan, como por ejemplo, en primer lugar cómo llegaste a escribir la película CAPOTE. ¿Hubo un momento de epifanía?

Dan: Fue un poco lento, ya tenía un tiempo interesado en este tema: la cuestión de qué le debe un escritor a una persona. Una persona cuya vida está exponiendo y de cuya historia depende. ¿Leíste El reportero y el asesino de Janet Malcom?

Bennett: No.

Dan: Es bastante similar; Joe McGinniss escribía sobre Jeffrey MacDonald, un asesino convicto y MacDonald pensó que eran grandes amigos y que el libro serviría para exonerarlo. Durante todo el tiempo, McGinniss estuvo escribiendo un ataque malicioso y prejuzgado. MacDonald lo demandó y ganó.

Al leer A sangre fría por segunda vez cuando atenía alrededor de 30 años, pensé que ésta es claramente una situación similar y quizá la primera situación semejante, cuando menos que yo supiera, y que Capote, quien era el personaje más interesante del libro por mucho, no estaba ahí.

Luego leí “Capote” de Gary Clarke y de ahí y durante cuatro buenos años me entretuve escribiendo el guión antes de presentar un bosquejo.

Bennett: ¿Te llevó tanto tiempo?

Dan: Cuando menos 3. Anya Epstein, la esposa de Dan Futterman al fin me dijo que sólo tenía que escribir un bosquejo. Dijo que escribir escenas al azar era absurdo y que nunca llegaría a ninguna parte. Creo que en ese momento se convirtió en un reto para mí escribirlo. Tratar de encontrar un argumento en la relación de cinco años entre Truman Capote y Perry Smith. Anya me mostró el camino correcto para llegar ahí.

Bennett: ¿Pero qué fue lo que te interesó en el tema?

Dan: Sé que lo que me intrigaba mucho, y todavía me intriga es el hecho de que una persona pueda tener dos motivos totalmente opuestos para hacer algo o para tratar a una persona de una forma en particular, como Truman lo hizo con Perry. Claramente necesitaba que Perry le ayudara a lograr su ambición de escribir algo asombroso e innovador. Y en cierta manera muy complicada, Truman Capote amaba a Perry. Eso es un desastre esperando suceder y un tema intrigante para una película.

Bennett: Entonces, ¿para ti ése fue el núcleo de la historia?

Dan: Sí. Al principio, el hecho de que fuera sobre Truman Capote fue casi incidental para mí. Por supuesto luego se convirtió en un enorme bono, porque Capote es muy interesante de muchas maneras.

Bennett: Estoy de acuerdo contigo.

Dan: ¿Qué fue lo que capturó tu interés?, porque al principio no estabas muy seguro de querer involucrarte.

Bennett: Mis dudas sobre involucrarme tenían que ver con las dificultades de hacer que realmente funcione la película. Dudaba por la cantidad de argumento. Es una historia maravillosa y hermosamente escrita, pero pensé en las demandas de narrativa que amenazaban la película, que amenazaban los aspectos más profundos de la cinta. Lo que hace fascinante su historia para la pantalla es que CAPOTE trata de un hombre cuya experiencia no se expresa en la cinta. Él está solo. A pesar del hecho de que es una figura tan social y tan pública, su experiencia básica, que es de lo que realmente habla la película, es privada. En la superficie hay una historia elaborada de un escritor haciendo todo tipo de cosas para completar su obra maestra, pero nadie… y hasta cierto grado ni siquiera él, realmente entiende el curso en el que está y por lo que está pasando.

Por supuesto que mientras más lo pensaba, más atractiva se volvía la noción completa. Lo que Truman no decía se volvió tan interesante como lo que sí decía. El guión estaba muy cargado. Fue escrito con grandes restricciones y esa restricción creó la oportunidad para que la película se enfocara en lo no expresado. Lo que surgió fue un estilo de prosa austera para hacer películas.

Dan: ¿De qué manera?

Bennett: El objetivo del estilo es sensibilizar. El diseño, la grabación, los cortes y la partitura están hechos para enfocarse en y magnificar hasta los aspectos más sutiles de lo oculto de la historia, para hacer un escrutinio de las representaciones. La responsabilidad estaba realmente en Phil quien tenía que mostrarnos la caída interna de Truman, para comunicar de algún modo las complejidades y las capas que el guión se restringe sabiamente de abordar. El estilo de la cinta puso a Phil bajo la lente de un microscopio, pero él tenía que lograrlo. No tenía red de seguridad.

Dan: Sí, sí. Debo decir una cosa sobre la restricción, puede ser más inadvertida que deliberada. Personalmente, tengo a veces momentos difíciles en mi vida, diciendo lo que realmente quiero decir, siendo completamente explícito, porque sencillamente supongo que la gente hace lo mismo. La otra cosa que dijiste sobre que Capote está solo gran parte de la película es muy interesante, pero en realidad nunca lo pensé así. Porque ese hecho le permite comportarse de manera absolutamente básica. No hay restricciones en su conducta.

Las pocas veces que Jack o Nelle (especialmente Nelle) le señalan la manera en que se está comportando con Perry, son las pocas veces en las que Capote tiene la oportunidad de cambiar, de tratar a Perry con más compasión. Y luego, al final, Capote dice a Nelle, después de que Perry fue ejecutado, que él no hubiera podido hacer nada para salvarlos. Nelle le contesta: “Tal vez no, pero el hecho es que no quisiste hacerlo”. Para mí, de eso es lo que trata la película: pureza de intención.

Bennett: Creo que Truman tenía talentos impresionantes e intenciones admirables, pero estaba destinado a auto destruirse como resultado de un defecto trágico.

Dan: ¿Qué es lo que ves como un defecto trágico?

Bennett: Avaricia. Pero no una clase normal de avaricia. Lo que él perseguía no era tan depravado como el deseo de dinero y poder, e incluso fama. Fue un artista, pero creo que estaba más desesperado por elogios, por reconocimiento significativo. Igual que Perry. Lo anhelaba con tanta fuerza que se olvidó de ver la trampa en la que se estaba metiendo.

Dan: Exacto.

Bennett: Su deseo perturbaba su razón hasta el grado en que se olvidó del peligro al que se acercaba. Él mismo dijo después que nunca se recuperaría de la experiencia de escribir ese libro. Lo que me gusta sobre la manera en que se desarrolla la historia es que él empieza a entender lo que está sucediendo después de que Perry le informa que sus oraciones van a ser escuchadas, que perdieron la última apelación. Pero antes del golpe de gracia, todo empieza a hundirse. Truman ya casi no puede enfrentarlo, pero lo hace, tiene que hacerlo, y le atormenta la experiencia de verlos morir.

Dan: Me gusta lo que dijiste del defecto trágico. Creo que es una de las cosas más importantes, entre muchas otras, que aportaste al guión como director. Vi la película mientras escribía el guión, comprimida en dos mitades: la primera fue antes de que llega Perry, con Truman en la sociedad, en la vida de las fiestas. La segunda mitad después de que llega Perry, todo cambia para Truman. Puedes ver la jornada de Capote como algo completamente determinado, destinado, desde el momento en que se sube al tren rumbo a Kansas.

Bennett: Es cierto.

Dan: Te doy a ti el crédito, Bennet, por hacernos conscientes a todos de la importancia de establecer la sensación de la tragedia desde el principio de la película. Y continúas haciéndolo con la música, la edición, con todo.

Bennett: Creo que Truman probablemente veía la historia más como la viste tú, algo que le sucedió y lo cambió para siempre. ¿Conoces la cita de Heráclito? Algo que te afecta, “tu carácter es tu destino”. Yo creo eso. Para mí, lo más impresionante del libro de Gary Clarke es esa sensación de deceso inevitable. Por medio de todos sus esfuerzos y éxitos, Truman estaba destinado, de una forma u otra, a conseguir lo que deseaba y auto destruirse. La noción de Plegarias atendidas.
Dan: Exacto. Gary Clarke identifica éste como un suceso, el suceso de Truman consiguiendo todo lo que siempre quiso como el principio de su caída. Esto es también lo que me intrigó enormemente sobre la historia.

Bennett: No mucho después de que salió A sangre fría, Truman intentó describir a un periodista su “relación intensa” con Perry como “tenía que ver con su ‘total soledad’ y mis sentimientos de pena por él, e incluso una especie de afecto”. Creo que fue sincero. Él y Perry eran, en lo más básico, profundamente similares a pesar de sus realidades externas. Truman entendía esa ‘total soledad’. Lo que Truman no menciona al periodista es que él quería a Perry muerto. Que estaba enfermo con el deseo de que lo colgaran. No porque sintiera algo por él, sino para poder terminar su libro. Ése es el otro aspecto de Plegarias atendidas que Truman conocía.
 



Personas retratadas en la película


NELLE HARPER LEE
Descendiente del General de la Guerra Civil, Robert E. Lee, Nelle Harper Lee ganó el Premio Pulitzer por su novela de 1960, “Matar a un ruiseñor”, su primera y única novela. El ovacionado libro caracterizaba un retrato de su amigo de la infancia en Alabama, Truman Capote en el personaje de Dill. “Matar a un ruiseñor” se convirtió en una exitosa película en 1962, estelarizada por Gregory Peck. Fue nominada para ocho Academy Awards y ganó tres, incluyendo Mejora Actor para Gregory Peck. Lee estudió en Alabama y en Oxford, luego se mudó a la ciudad de Nueva York donde trabajó como empleada en una línea aérea antes de dedicarse a escribir, a finales de la década de 1950. En 1959, Lee se mudó a Holcomb, Kansas para trabajar como asistente de investigaciones con Capote en “A sangre fría”. Poco después de la publicación del libro, Lee y Capote tuvieron un rompimiento y se sabe que ella no volvió a verlo en los últimos quince años de su vida. Desde “Matar a un ruiseñor”, Lee regresó a su ciudad natal Monroeville y sólo ha publicado algunos ensayos cortos, aunque hay rumores no confirmados de que está escribiendo sus memorias.

ALVIN DEWEY JR.
Nacido en 1912, Alvin Dewey Jr. fue el agente del Buró de Investigaciones de Kansas que dirigió la investigación de los asesinatos, y amigo personal de la familia Clutter. Aunque muchos otros oficiales encargados de la aplicación de la ley de diversas agencias tomaron parte del equipo que resolvió el caso, Capote hizo a Dewey un héroe en su libro “A sangre fría”. Mientras Dewey dijo que él “resultó más grande y mejor que la vida misma”, el crimen se llevó a cabo en su ciudad y él fue quien coordinó la investigación. Dewey proporcionó acceso a Capote a una gran cantidad de información, incluyendo partes del diario de Nancy Clutter. La familia Dewey siguió en contacto con Truman por muchos años y estuvo presente en su funeral. Dewey también trabajó para la policía de caminos de Kansas, el FBI y fue alguacil del Condado Finney antes de unirse al Buró de Investigaciones de Kansas en 1955. La presión del caso de los Clutter le ocasionó un ataque cardíaco en febrero de 1963. Dewey se retiró en 1975 y murió en 1987.

PERRY SMITH
Nacido el 27 de octubre de 1928 en Huntington, Elko County, Nevada, el padre irlandés y la madre cherokee de Perry Edward Smith trabajaban en rodeos como “Tex y Flo”. Cuando se acabó la actuación en los rodeos, también su matrimonio terminó, ya que Flo empezó a beber y a perseguir a otros hombres. Tomó a sus cuatro hijos y se mudó a San Francisco. Después de su muerte, los niños fueron enviados a un orfanato. Cuando cumplió dieciséis años, Smith se unió a los Marinos Mercantes y después al Ejército, sirviendo en Japón y Corea. Después se dedicó a explorar y cazar con su padre en Alaska. Sensible sobre su educación (la cual llegó únicamente a tercer grado), Smith se obsesionó por mejorar, aprendiendo a dibujar, tocar la guitarra y ampliar su vocabulario. Un serio accidente en motocicleta en 1952 lo dejó lisiado y poco después de eso recibió su primera sentencia a prisión por robo en Philipsburg, Kansas. Después de su liberación, se juntó con Dick Hickock, un compañero “graduado” de la Penitenciaría del Estado de Kansas. Con excepción de su hermana Bárbara, todos los miembros de su familiar murieron tempranamente, incluyendo a su madre Flo (alcoholismo), su hermano James (suicidio) y su hermana Joy (cayó, o saltó, de una ventana).


RICHARD “DICK” HICKOCK
Nacido el 6 de junio de 1931, Richard Eugene Hickock creció cerca de la Ciudad de Kansas con sus padres y un hermano menor, Walter. Fue un estudiante popular y atleta antes de que las heridas en la cabeza resultantes de un serio accidente automovilístico en 1950 lo dejaron desfigurado, con los ojos ligeramente en diferentes niveles. Como escribió Capote, su cabeza parecía como “cuando partes una manzana a la mitad y vuelves a juntar las mitades, pero no haces coincidir el centro exactamente”. Aunque quería ir a la universidad, la familia no tenía dinero para sus estudios y se convirtió en mecánico. Se casó y se divorció dos veces, tuvo varios hijos y pronto empezó a vivir más allá de sus medios. Se dedicó a hacer cheques falsos y otros varios crímenes para ayudarse a subsistir, y eventualmente aterrizó en prisión, donde conoció a Perry Smith.

JACK DUNPHY
Nacido en un vecindario de la clase trabajadora en Filadelfia, Jack Dunphy empezó su carrera como bailarín y fue uno de los vaqueros en la producción original de Broadway de la obra “¡Oklahoma!” Cuando conoció a Capote en 1948 había escrito una novela bien recibida, “John Fury”, y estaba sobreponiéndose de un doloroso divorcio de la estrella de comedia musical Joan McCracken. Diez años mayor que Capote, Dunphy era el opuesto de éste en muchos aspectos, tan solitario como Truman era exuberantemente social. Aunque se separaban más y más al pasar de los años, la pareja estuvo junta hasta el final. Sus demás libros incluyen: “Friends and Vague Loves”, “Nightmovers”, “An Honest Woman”, “First Wine”, “The Murderous McLaughlins” y las obras “Light a Penny Candle”, “Café Moon” y “Too Close for Comfort”. Aunque su trabajo recibía consistentemente buenos comentarios de la crítica, nunca tuvo una obra sobresaliente. En 1987 publicó “Querido genio: recuerdos de mi vida con Truman Capote”.



WILLIAM SHAWN
Nacido en 1907, William Shawn (nacido William Chon) se convirtió en el editor más celebrado de revistas del siglo XX durante sus 35 años (1952-1987) como editor de The New Yorker. Conocido por su buen gusto, su rigurosa atención a los detalles, su estilo y su verdad, fue también famoso por su personalidad tranquila y auto eclipsada. Durante su ejercicio en la revista, Shawn editó los trabajos de Truman Capote, J.D. Salinger, Philip Roth, S.J. Perelman, Ved Mehta, Harold Brodkey, E.B. White, Hannah Arendt, Edmund Wilson, Milan Kundera, Donald Barthelme, Janet Flanner, Peter Handke, Jamaica Kincaid, por nombrar sólo algunos. Shawn y Cecille, su esposa por 63 años, tuvieron dos hijos, el actor Wallace Shawn y el compositor Allen Shawn. También adoptó al hijo de su amante, la escritora Lillian Ross. Shawn murió en 1992.

MARIE DEWEY
Nativa de New Orleáns, Marie Dewey se sintió fascinada cuando se enteró que Capote había nacido ahí. Su deseo por tener invitados con quienes compartir sus suculentos platillos, la convirtieron en la entrada de Truman y Nelle al hogar de los Dewey. “Truman piensa que somos personas genuinas y sinceras”, Marie Dewey dijo al diario Kansas City Times. “Le caemos bien por lo que somos. Con los años se volvió nuestro amigo y éramos bastante cercanos”. Capote dijo que sentía que los dos hijos de los Dewey eran como sus sobrinos y alentó a Alvin para que escribiera por medio del correo.


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