"CIUDAD DE DIOS"

de Fernando Meirelles

 

 

 

 

 

 

  TITULO ORIGINAL: CIDADE DE DEUS
 
 

 
 
Información de Producción
 
El personaje principal de CIUDAD DE DIOS no es una persona sino un lugar: Cidade de Deus fue un proyecto habitacional para los habitantes pobres de Brasil nacido en los años ’60 el cual –a medida que el crimen organizado y las drogas fuero ganando terreno en el área – se convirtió en uno de los sitios más peligrosos de Río de Janeiro a comienzos de los años ’80. Para sus empobrecidos residentes, las leyes no son dictadas por el gobierno son por los adolescentes potentados de la droga y los jefes de las bandas, quienes gobiernan a través del miedo y la amenaza real de muerte.
               En CIUDAD DE DIOS, dos niños que crecen en este violento vecindario toman diferentes caminos: uno se convierte en fotógrafo; el otro, en distribuidor de drogas. Rocket, el narrador, un pobre niño negro demasiado frágil como para eludir la ley y demasiado inteligente como para conformarse con un trabajo mal pago, descubre que puede ver la realidad a través de otra mirada, la mirada del artista. Con el tiempo se convierte en fotógrafo profesional, lo que constituye su redención. Por otra parte está Lil Dice, un niño de la misma edad que sueña con convertirse en el criminal más peligroso de Río de Janeiro y que en poco tiempo lo conseguirá. 
               A través de la perspectiva que Rocket nos da de la vida, podemos entender la humanidad de un mundo aparentemente condenado a una eterna violencia.
               Dirigido por Fernando Meirelles y basado en la demoledora novela Cidade de Deus, de Paolo Lins, CIUDAD DE DIOS rastrea docenas de historias entrelazadas de amor, de humor y de lucha que revelan la gente real que habita las favelas, esos vecindarios azotados por la droga.  Como una poderosísima interpretación del libro de Lin, con tremendo impacto visceral y moderna significación, el film se sustenta casi exclusivamente en las actuaciones de los jóvenes de las favelas de los alrededores de Río. 
              
               CIUDAD DE DIOS, presentada por Miramax, es una coproducción de O2 Filmes, VideoFilmes y StudioCanal e integró la selección oficial del Festival de Cine de Cannes 2002. El film está dirigido por Fernando Meirelles, con guión de Bráulio Mantovani. La fotografía es de César Charlone, ABC, la dirección de arte, de Tulé Peake y el montaje es de Daniel Rezende. Los productores son Andrea Barata Ribeiro y Mauricio Andrade Ramos, y los coproductores, Daniel Filho, Donald K. Ranvaud, Globo Filmes, Hank Levine, Juliette Renaud, Marc Beauchamps, Vincent Maraval (Wild Bunch/Studio Canal) y Walter Salles. Elisa Tolomelli es la productora ejecutiva. El film está protagonizado por Matheus Nachtergaele, Seu Jorge, Alexandre Rodrigues, Leandro Firmino da Hora, Phelipe Haagensen, Jonathan Haagensen, Douglas Silva y Roberta Rodriguez.
 
 
 
Acerca de la producción
 
               “La realidad de Brasil ha superado la mayoría de los intentos por retratarla en la ficción”, explica Walter Salles, director de CENTRAL STATION y BEHIND THE SUN y co-productor de CIUDAD DE DIOS. “La aceleración de la descomposición social ha transformado la violencia en una banalidad”.
               Paolo Lins intentó captar la vida en una favela brasileña en una obra de ficción, con resultado inolvidable: su novela Cidade de Deus fue el resultado de una amplia investigación en el proyecto habitacional de Cidade de Deus, entrevistando y reuniendo datos sobre la organización del negocio de la droga, el cual desencadenó una guerra que dejaría una marca en la historia del vecindario en las décadas del ’70 y del ’80. Lins, quien se crió en la favela Cidade de Deus, escribió el libro mientras veía pasar a los personajes frente a su ventana.  Pocos libros han logrado captar tan completamente la situación reinante en Basil como lo hizo Cidade de Deus de Lins . Por primera vez, el libro desentraña cómo es la empresa de distribución de droga y revela las luchas por el poder en las favelas de las laderas de los morros. 
               La novela se convirtió rápidamente en best-seller y fue un éxito de la crítica en Brasil. Está siendo traducida a seis idiomas y ya fue comprada por editoriales de doce países, entre ellas, Farrar, Strauss y Giroux en los Estados Unidos.
               Marcelo Rubens Paiva, autor, dramaturgo y guionista, dice “De aquí a veinte años, cuando mi hijo me pregunte: ‘Papá, ¿cómo era Río?’, yo le voy a decir: ‘Lee Cidade de Deus: allí está todo’. Es un libro extraordinario y creo que también será una extraordinaria película”.
               Con el tiempo, el director Fernando Meirelles llegó a la misma conclusión: “Un amigo me dio la novela con la idea de que convirtiera las casi 700 páginas en un film y yo no le di crédito. Sabía que se trataba de los comienzos del negocio de la distribución de droga en Río de Janeiro. Una historia violenta, sin esperanza, que ocurría  completamente en una favela”.
               El tema revestía muy poco interés para Meirelles, quien además no deseaba dejar a su familia en San Pablo par ir a filmar a Río de Janeiro. Pero decidió igualmente leer el libro dado el elogio que éste había recibido de la crítica. Y fue “algo como una revelación” que así recuerda:  “De la página 200 en adelante, comencé a subrayar una o dos líneas. Cuando finalicé con las 600 páginas, ya tenía la lista completa de locaciones y de los personajes anotados en la contratapa y estaba absolutamente comprometido en el proceso de producción. En realidad, nunca decidí adaptar el libro sino que fue el libro el que me atropelló, pidiéndome que lo adaptara al cine”.
            
               Condensar un libro de 700 páginas con 352 personajes fue un trabajo titánico, por lo que Meirelles decidió desarrollar para la película un argumento simple: “Lo que me impresionó en el libro fue la cantidad de personajes y situaciones”.

               El primer borrador estuvo listo en dos meses. Habría luego once adaptaciones del guión con la incorporación de cambios realizados durante la filmación y reescritura de fragmentos de la narración durante el montaje. El reparto y el equipo realizaron aportes al guión en cada paso de la producción: se agregaron frases, cortes, reacciones o chistes, así como se afilaron algunas intenciones. 
               “Se cortaron algunas situaciones porque no recibíamos ningún feedback de parte de los niños”, explica Meirelles. “Si no reaccionaban ante la ironía de algo que se decía era porque estaba fuera de su universo y no valía la pena seguir insistiendo en ello: se cortaba”.      Incluso Paolo Lins fue consultado para el proyecto, por lo que ofreció tanto sugerencias sobre líneas del diálogo como sobre piezas de guardarropas, en pos de garantizar la autenticidad de la producción.
               “Me alentó mucho el entusiasmo de Fernando cuando me expuso sus ideas sobre cómo le gustaría desarrollar el proyecto”, afirma Lins. “También tuve el placer de estar presente en algunas tomas, sobre las que di mi opinión. Me sorprendió el elenco y cómo lograron reconstruir tan brillantemente cada personaje”.
               Desde el comienzo, Meirelles y Mantovani acordaron que el personaje central del film sería Rocket, alter ego de Paulo Lins, narrador observador que no participa directamente de la acción pero está sujeto a ella.  
               Dice Meirelles: “Yo creía menos en una secuencia dramática con principio, medio y fin que en una suma de varias historias que, yuxtapuestas, nos llevarían al resultado esperado: recrear la sensación que brinda el libro”.
               “Yo escribí el guión, pero el autor del proyecto siempre fue Fernando Meirelles, quien siguió muy de cerca todos los pasos y versiones del guión”, dice Mantovani. “Fue un socio que me rescató más de una vez”.
Cuando el equipo contó con una cuarta versión del borrador del guión con la que ya se podía trabajar, Meirelles decidió seguir adelante con la pre-producción. Recuerda el director: “Después de terminada la primera versión tuvimos que cortar mucho antes de llegar a la versión final. Eliminamos historias y personajes o fusionamos dos o tres personajes en uno”.
               A continuación venía la elección del reparto, tarea que Meirelles sabía delicada pero sumamente importante para el éxito del film. “Luego de adquirir los derechos cinematográficos del libro, mi problema más grande sería reunir al reparto. En cualquier clase de proyecto, si el texto y el reparto están bien pensados, siento que el trabajo está casi hecho. Découpage, fotografía, dirección de arte, música, montaje ... todo gira en torno de este comienzo”, afirma el director.
               Siempre fascinado por los directores que trabajan con actores desconocidos o no-profesionales, Meirelles decidió asumir este riesgo: necesitaba 100 chicos de entre 12 y 19 años, sensibles, carismáticos, inteligentes, generosos y disponibles. Sabía que debería comenzar con un año de anticipación y recién cuando esto estuviese listo, comenzar con la producción”.
               Para encontrar a su elenco, Meirelles (quien se describe como “un chico de clase media de San Pablo”) necesitaba infiltrarse en la comunidad de actores de Río de Janeiro, y así fue que se conectó con Katia Lund: “Sabía que Katia había dirigido varios filmes en las favelas de Río de Janeiro, que poseía amigos y buenos contactos en las comunidades locales y que conocía a distribuidores de drogas. Contribuyó mucho más de lo que yo hubiese esperado”.
               Meirelles y Lund decidieron crear un “taller de interpretación” donde trabajarían durante ocho meses con actores no profesionales de diferentes comunidades de Rïo de Janeiro, antes de filmar. 
               Guti Fraga fue la clave del éxito del taller. Es un actor amado y respetado y ha dirigido un grupo de teatro en la favela Vidigal prácticamente sin ningún apoyo económico. En la ladera que sube hacia la favela, logró armar un taller, un teatro y tiene a 300 alumnos que participan de las diferentes actividades: clases de literatura, danza, música, cine y teatro. Más que el director de un centro cultural, Guti es hoy una suerte de padre que vela por 300 chicos.
               “Era nuestro hombre”, dice Meirelles. “Lo invitamos a unirse a nuestro proyecto, pero nunca pensé que se involucraría en forma personal. ¡Qué afortunado error! Leyó el guión y le gustó, y si Guti Fraga pensaba que el proyecto era lo suficientemente pertinente como para unirse a él , yo sabía que estaba en la buena senda”.
               La producción recibió el apoyo y el espacio físico de la Fundição Progresso, un enorme centro cultural en el centro de Río de Janeiro. Allí se montó la oficina y un grupo de seis personas salían diariamente de a dos para informar a las diversas asociaciones barriales de Río que habría una prueba para los interesados en asistir a una escuela de actuación –sin mencionar el film. Luego grababan la entrevista a los cientos de candidatos que se presentaban. Fueron también a escuelas de teatro amateur y a institutos a cargo de niños. Luego de 40 días llevaban grabadas 2.000 entrevistas.
               A partir de allí, “nos reunimos para elegir 400 jóvenes. Los criterios de selección eran bastante subjetivos y no nos estaba permitido vetar a ningún candidato”, recuerda Meirelles. “Todos aportaban sus propios candidatos”.
               Durante dos semanas se llamó a los 400 aspirantes. Fraga los guió en ejercicios de aprestamiento y de actuación y luego propuso un tema para que improvisaran solos o en grupos. Todo se realizaba frente a la cámara. “Volvimos a reunirnos para ver las cintas y llegamos a los 200 que asistirían al taller de actuación”, dice Meirelles.
               Los 200 niños elegidos fueron divididos en ocho grupos, de acuerdo con su edad y su disponibilidad. “Llamamos al grupo ‘Los de las Películas’, un homenaje al grupo de Guti Fraga llamado ‘Los de la Colina’”, explica Meirelles.
               Fraga utilizó una técnica especial par evitar que los niños se sintieran intimidados ante la presencia del director: “Cuando Guti me presentaba a los grupos, sólo decía que yo iba a ayudarlo en el proceso, sin decirles que sería el director del film”, recuerda Meirelles. “Los chicos me veían siempre sentado en el piso, un poquito sucio y nunca mantuvieron distancia en su trato conmigo. Cuando descubrieron que yo sería el director, mi presencia ya había sido incorporada y aceptada, así que se sentían lo suficientemente cómodos como para contarme cosas y ofrecerme soluciones”.
              
               Durante las clases, Meirelles y Lund observaban a los niños e intercambiaban impresiones sobre ellos, para finalmente decidir quiénes tendrían los papeles principales. Los papeles de reparto, o aquellos de personajes mayores o pertenecientes a la clase media fueron interpretados por actores profesionales. “Aquí el proceso de selección fue más tradicional”; dice Meirelles, “pero evitamos elegir a actores conocidos por el público en general”.
               Uno de estos actores fue Matheus Nachtergaele, quien interpreta a Carrot. “Había visto a Matheus actuar en teatro mientras estaba leyendo el libro y me había impresionado mucho”, recuerda Meirelles. “En cuanto compré los derechos del film, fue la primera persona a la que invité a unirse al proyecto, después de Braulio. Y aceptó a ciegas”.
               Mientras se escribía el guión, Nachtergaele realizó otros filmes. Uno de ellos, O AUTO DA COMPADECIDA, lo convirtió en estrella – para consternación de Meirelles, quien deseaba contar con actores desconocidos. “Matheus lo tomó como un desafío y prometió que desaparecería dentro del film de modo que nadie se diera cuenta de que formaba parte del elenco”, cuenta Meirelles.
               Guiaddo por su intuición, Nachtergaele logró entrar al mundo del resto del reparto y ocultar por completo su técnica. “No leí el guión sino que me zambullí a ciegas en el mundo de esos niños y en Cidade de Deus. Confié en mi intuición, en mis relaciones y en Fernando”; explica Nachtergaele. “Durante tres meses desaparecí en Cidade de Deus, aprendí todo sobre su astucia sospechosa, sobre los distribuidores de drogas y sobre las madres y los niños que la habitan. Fueron días intensos, llenos de vida y de disparos, de gente a  la que no conocía y a la que aprendí a amar. Me enamoré de este film”.
               El rodaje, de nueve semanas, comenzó en junio de 2001. Para comprender cómo fueron elegidas las locaciones, debe entenderse primeramente la política de la favela. Para los que no pertenecen a ellas, las favelas son como un país dentro del país. Su estructura ha sobrevivido desde que fueron copadas por los señores de la droga a comienzos de los años ’70. Actualmente, cada comunidad posee un “dueño” y la sociedad se organiza a su alrededor y aprende a vivir de acuerdo con sus normas. En la favela no se advierte la presencia del Estado; sus leyes son diferentes y la policía es considerada más una amenaza que una defensa. Los “dueños” son también los jueces de la favela y toman decisiones tanto en lo concerniente a asuntos personales o familiares como a cuestiones de administración pública. El permiso de filmar en el área fue concedido por la organización de la droga y no por el municipio. Para filmar dentro de una favela se necesitan productores que sepan cómo llegar al dueño y a las personas que conozcan los códigos de conducta, a fin de evitar errores.
               El gobierno del Estado otorgó a la producción el permiso de filmar la primera parte de la película en un proyecto de viviendas en bloque llamado Nova Sepetiba, todavía no copado por los distribuidores de la droga y que era similar a la Cidade de Deus de los años ’60. La segunda parte fue filmada en otro proyecto habitacional construido en la misma época que  Cidade de Deus. El dueño de este vecindario pidió ver el guión y negoció algunas condiciones.         
               Al principio, los realizadores deseaban filmar la película en Cidade de Deus. “Pero seis meses antes habíamos filmado allí un cortometraje y nos dimos cuenta de que sería muy complicado permanecer mucho tiempo en ese sitio”, admite Meirelles. Diariamente nos encontrábamos con problemas, desde la intervención de los dueños o los disparos, hasta la ineficiencia de la policía y los distribuidores fuertemente armados”. 
               Meirelles cuenta una anécdota sobre la primera vez que fue a Cidade de Deus con el resto del equipo: “Dejamos el automóvil en una calle muy transitada y entramos, acompañados por uno de los muchachos que trabajaban para los distribuidores de droga, a fin de hacer las cosas más fáciles. A menos de 30 metros, antes de mi primer minuto en Cidade de Deus, se nos acercó un niño desde atrás y nos apuntó amenazador con una enorme pistola de plata, listo para la acción. El muchacho que nos acompañaba saltó frente a nosotros y así evitó un problema. En cinco segundos, el niño con el arma desapareció. Con el corazón acelerado, me di cuanta de que en la historia de Paulo Lins no había nada fingido. Recién ahí y en ese momento entendí el film”.   
               Meirelles había decidido trabajar con actores provenientes de este volátil mundo, en lugar de profesionales. Ahora que él y Katia Lund habían decidido las locaciones, ya estaban listos para reunir al reparto de casi 110 chicos y empezar a trabajar.
               Durante el rodaje, a menudo el juvenil reparto intervenía con sugerencias. Una vez, a punto de rodar una escena nocturna de la guerra de las drogas, Meirelles recibió la siguiente ayuda: “Cuando estaba por gritar ‘¡Acción!’ uno de los niños –que había dejado de trabajar para los distribuidores de droga para participar de ‘Nosotros, los de las Películas’ – preguntó desde lejos: ‘¿No vamos a rezar antes?’. El niño explicó que cada vez que su grupo iba a salir para atacar a alguien, rezaban para pedir protección”.
               “Déjame empezar; tú filma y verás lo que quiero decir”, aconsejó el joven al director. 
               Aun cuando un elenco de neófitos pudo presentar algunos obstáculos, cada uno de los jóvenes actores aportó una invalorable visión de sus papeles, así como también demostraron una sabiduría que superaba sus edades. Phelipe Haagensen interpreta a Benny, un muchacho fuera de la ley, el más sensible y considerado amigo de Lil Zé, el socio que muere de un balazo que iba dirigido a Lil Zé la noche de su propia partida. “CIUDAD DE DIOS fue mi primera película y adquirí un montón de experiencia”, afirma Haagensen.
               Alexandre Rodrigues, de dieciocho años, se puso un poco nervioso cuando descubrió que se le había asignado el personaje de Rocket, uno de los protagonistas del film, pero pronto se acostumbró. “Rocket es un personaje interesante. Sabe cómo moverse en la favela, vive en medio de los que están fuera de la ley, pero su gran sueño es poder algún día partir y convertirse en fotógrafo. Benny le regala su primera cámara antes de morir, pero Lil Zé se la quita. Finalmente, la cámara termina nuevamente en manos de Rocket e inesperadamente, casi por casualidad, las fotografías que toma son reveladas en papel. Es afortunado, pero sólo puede cambiar su destino si no desperdicia sus oportunidades”.
               Rodrigues establece comparaciones entre él y su personaje: “Yo también tengo el sueño de salir de la favela y de convertirme en un profesional competente. Hay montones de Rockets en ese mundo –no sólo yo – que desean salir de esos barrios, de las favelas. El sueño de cada niño de por aquí se expresa así: “Mami, yo voy a sacarte de aquí”.
              
               Quien describe a Lil Zé es Leandro Firmino da Hora, el actor que lo interpreta: “Es casi inhumano. Puede matar sin sentir lástima o remordimiento desde que era niño. Es una historia verdadera; aún hoy cualquiera puede contar historias sobre él. Estaba muy desequilibrado, era ambicioso y actuaba sin pensar en lo que hacía. Es muy distinto de mí, que pienso dos veces antes de tomar cualquier actitud”.
               Pero una vez que da Hora encontró en sí mismo “la furia que debía ponerle al personaje”, para él fue algo natural. “Para mí, haber hecho una película fue una experiencia sorprendente. Y para nosotros, que vivimos en las favelas y en proyectos habitacionales en bloque y vemos a niños de siete u ocho años armados y vendiendo drogas. Me hace feliz ayudar a mostrar que la vida allí es muy triste y todos desearíamos que las cosas fueran diferentes. Creo que, si a través de esta película logramos transmitir este sentimiento al público, será principalmente por la dedicación de cada uno de los involucrados en el proyecto”.        
               Por sobre todo, el film mantiene la estructura del libro de Lins, dividido en tres partes. Sin embargo, en el film, cada una de las partes se refiere a una época y no a un personaje. Meirelles decidió que cada una de estas partes fuese como un film diferente. “Le pasé el texto a cada una de las personas involucradas en la producción, para dejar en claro qué era lo que buscábamos en cada fase”, explica el director. Todos, desde el asistente de maquillaje hasta el pintor artístico, desde el colorista hasta el montajista, estaban bien interiorizados sobre las pautas asociadas con cada una de las tres partes.
               La primera parte tiene lugar en la década del ’60 y nos presenta a un romántico grupo de delincuentes. Al ritmo de la música del samba, observamos sus robos ligeros y su ingenuidad. Filmadas en forma clásica en cuanto a la composición de los cuadros y el uso de las lentes, las escenas evocan una cierta clase de inocencia.
La segunda parte nos presenta los comienzos de los ’70 y nos narra la historia de Lil Zé. El negocio está floreciente, lo que se representa a través de mucho color, una cámara más libre y más libertad en el montaje. El pop, el samba y el funk flotan en el aire y el tono es suelto y psicodélico. 
               La última fase del film es la guerra, la historia de Knockout Ned. La atmósfera es monocromática, fría, nerviosa y sofocante. Incluso hay descontrol en el montaje, con saltos en los cortes e imágenes fuera de foco lanzadas a la pantalla. La cocaína emana malignas vibraciones.
Para inspirarse, el fotógrafo César Charlone copió frases del libro de Lins y las pegó en la puerta de la habitación de su hotel, “así  las veía cada día, antes de salir. Deseaba tener claro en mente lo que pensaba como la propuesta fotográfica del film. Había hablado mucho con Fernando acerca de la dirección que él quería que tomara el film y estaba claro que su mayor preocupación era serle lo más fiel posible a la historia de Paulo Lins”.
               “La perspectiva desde la cual Paulo contaba la historia era para nosotros completamente desconocida, pero debíamos intentar reproducirla con la mayor fidelidad posible. No conocíamos nada acerca de esta realidad tan particular, solamente lo que oíamos en los informes policiales, lo que leíamos en los periódicos y lo que nos afectaba en la seguridad y el confort de nuestros hogares”, dice Charlone.
              

 
 

 

 

 

 

 

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