"LA SONRISA DE MONA LISA"

de Mike Newell

 

 

"La sonrisa de Mona Lisa" representa el regreso a la pantalla cinematográfica de Mike Newell ("Abril encantado"; "Bailar con un extraño"; "El hombre de la máscara de hierro", versión del año 1976 con Richard Chamberlain), un director afecto a plantear relatos tendientes a conmover desde una lógica de claro tinte melodramático y de cierta ampulosidad visual. En la línea de "La sociedad de los poetas muertos"; "Lección de honor" y "Adios Mr Chips", el film intenta adentrarse en cierta impronta feminista surgida en los cláustros académicos de la década del '50. Desarrollada en un momento histórico donde la osadía de pensar distinto era delito, no logra transmitir la carga rebelde de los que de una manera u otra, a través de lo artístico o lo social, se atrevieron a corroer los sistemas de valores de muchas de las instituciones con programas educativos refinados de esa época. La mala elección de Julia Roberts como una profesora de artes plásticas con ideas progresistas podría ser la razón fundamental por la cual esta historia de falsos oropeles morales no resulta convincente. Sin embargo, la producción se realza con la intervención de jóvenes promesas americanas que desempeñan con credibilidad su tarea actoral. Algunas más ancladas en el cine comercial como es el caso de Kirsten Dunst ("Spiderman"; "Vírgenes Suicidas"); otras en propuestas indies como Maggie Gyllenhaal ("La secretaria"); Julia Stiles ("Save The Last Dance"; "10 Things I Hate About You") o la desconocida Gennifer Goodwin, más conocida por sus intervenciones en el ámbito televisivo como "Ed" y "Law and Order", lo cierto es que pusieron mucho de su arsenal dramático para caracterizar a estas 'muñequitas de lujo' marchitadas antes de tiempo ya sea por imposiciones familiares, una obligada castidad sexual o el buen uso de las costumbres. El traspié mayor de "La sonrisa de Mona Lisa" se da, quizás, en una falta de claridad con respecto al tono narrativo ya que se prestó poca atención al problema de las minorías sociales (uno de los personajes es de origen judío) y a las revueltas clasistas. En cambio, se privilegió el romance escénico y una postura beata en la Roberts que si aceptó este papel seguramente fue con el fin de ser, una vez más, nominada al premio de la Academia, aunque es evidente que no contó con mucha suerte.

Silvia G Romero