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"Un hombre sin
pasado" narra la historia de un viajante que pierde la memoria tras una
golpiza y es asistido por una serie de singulares personajes que transforman
su existencia en forma significativa. Partiendo de esta anécdota mínima, Aki
Kaurismaki consolida un estilo visual único y personal donde los cuadros
parecen extraídos de los primeros films no sonoros de la historia del cine,
criterio que también tiene en cuenta en otra delicia cinematográfica
denominada "Juhha", protagonizada por su actriz favorita Kati Outinen. Un
rasgo de importancia en la sintaxis audiovisual del director es, siempre, la
excelente selección musical de la banda de sonido que incluye, por partes
iguales, temas de extracción rockabilly y baladas 'oldies' con el objeto de
reforzar el particular humor del relato y el enigma que plantea.
"Un hombre sin
pasado" lo tiene todo: mucho surrealismo; frecuentes incursiones en aspectos
thrillerescos de los viejos clásicos hollywoodenses y una línea argumental
que presenta realidades evanescentes no sólo para el personaje sino también
para el espectador. En el proceso de reconstrucción de su vida anterior,
este simpático NN procede de la manera más inesperada, aferrándose al
presente sin racionalizaciones ni juicios previos, en una natural vuelta de
tuerca de Kaurismaki para asir aquello que considera lo más valioso de la
experiencia humana: el 'goce cotidiano'. Asentándose en pequeños detalles y
en límites desdibujados, la vida y la muerte pasan de ser simples
coordenadas temporales a simbólicos eslabones de conocimiento personal. Una
búsqueda similar a esta concepción estética es la emprendida por Giuseppe
Tornatore en el film "Una simple formalidad", el antecedente directo de
"Sexto sentido", con Depardieu y Polanski reinterpretando el viejo juego del
gato y el ratón. Tanto el director finlandés como su par itálico
sugieren explorar el delicado sendero que separa la 'cordura' de la
'sinrazón' con la nada despreciable intención de capturar lo invisible a los
ojos y cierta mágica convicción de lo que 'no fue', ya sea por impotencia
espiritual o por egocentrismos
tardíos. Por eso es clave la idea de 'tránsito' donde los lugares
innominados cobran sentido sólo como extensiones del extravío de los seres
que hasta allí llegan (una central de policía en el caso de "Una simple
formalidad") o un pueblo desértico en "Un hombre sin pasado".
En suma, el regreso
de Kaurismaki a la pantalla grande ratifica su especial capacidad creativa a
la hora de esbozar su extravagante mirada de los conflictos de orden
individual con simplicidad y poesía.
SILVIA G ROMERO |
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